Lorena Galdón. Madrid-. IFEMA,
diez de la mañana. Una peregrinación de tacones de aguja y yo, que allí me
encontraba cubriendo el evento como reportera, nos dirigíamos al pabellón 13
para asistir a la cuadragésimo tercera edición de la Pasarela Cibeles, ahora
llamada Mercedes Fashion Week Madrid. Tras aprender el nuevo y
esponsorizado nombre del evento, pronto me tuve que familiarizar con conceptos
clave, no menos dificultosos, para entender los entresijos de los tecnicismos
de la moda: rayas bicolor blancas y negras, botines glitter, moño knit knot,
estilismos “back to the 80´s” a lo barroco… Blogueros, twitteros, fashion
victims, etc… Esas fueron las tendencias seguidas por los asistentes en esta
última edición, que imprimía al ambiente un toque de lo más peculiar: el
espectáculo estuvo servido en cada metro cuadrado del recinto.
Como viene siendo habitual desde
que se concibiera hace unos años atrás, el Cibeles Espacio es un sitio para mirar y dejarse ver, donde pocos van
con un look tan certero como el que creen, sin deparar que lo que llevan puesto
no es más que más de lo mismo: modas en las que todos redundan. Suelen ir más
acertados los más sobrios y exquisitos, que la masa que sigue las directrices
de turno que se llaman tendencias, que hacen de la misma un uniforme para el
grueso fashionista, cayendo en la ausencia total de originalidad
paradójicamente, pues los “cazatendencias” desprenden un halo de pretensión al
ser poseedores de las claves de la temporada. Les diferenciarán por ir todos
vestidos iguales y por copiar sus “musts” de épocas pasadas del siglo XX.
Todo este entramado “in” llegó al
súmmum para mí, cuando vislumbré entre la masa una muchedumbre eufórica
escuchando la charla de Carmen Lomana en el espacio de la revista Yo Dona, como
una gurú que les desvelaba revelaciones sobre la vida y la moda. Ante lo que no
me pude resistir por lo sui generis de lo que le estaba escuchando relatar:
-“Chicas por favor, poneros perfume, porque una mujer sin perfume es una mujer
sin futuro”. Tras este gran consejo aleccionador y tan importante para sus
oyentes de dieciocho años, comenzaban los desfiles donde todos los
fashion victims empezaban a impacientar haciendo cola kilométrica o
directamente intentando echarle morro y colarse en los desfiles.
Tras todo ese gentío de libre
acceso al Cibeles Espacio, que me dejó anonadada por elevar a mis ojos al
género humano a la condición más banal, pero sin duda del cual se disfruta de
lo lindo, se encontraban los codiciados boxes: las dos pasarelas blindadas por
paredes ciclópeas, donde la moda genuina rezumaba la verdadera exquisitez al
alcance de tan sólo prensa e invitados. Creaciones como la de Roberto Verino o
Duyos fueron muy aclamadas, otras como Vitorio y Luccino o Ágatha Ruiz de la
Prada, no tuvieron tanto éxito. Por lo espectacular del desfile y el buen
gusto, la respuesta era generalizada: Aristocrazy con su original montaje
cinematográfico y escenografía dramática con tintes del cine del negro, encandiló
a los presentes con sus joyas faraónicas, que llenaban la pasarela como
cualquier otro vestido de noche. Todo ello hizo que pensara en la moda como
algo menos frívolo si se hace como una expresión artística, otra más como la
pintura o la arquitectura, pero no pudo hacerme borrar las palabras de Carmen
Lomana.
Duyos recibió el galardón al mejor diseñador de la edición, su puesta en escena con la Cantaora Chelo Pantoja cantando unas letrillas por bulerías alusivas a la moda y acompañada al toque de una guitarra española, un cajón y unas palmas, conjugaban a la perfección con la fuerza y dinamismo de los tejidos de caída imponente, formas impecables y de elegante corte de la colección. El premio al mejor modelo de la edición fue para un maniquí masculino, Antonio Navas, quien no se esperaba el premio – cierto es que generalmente suele recaer en las chicas-, y que dejó igual de sorprendida a más de una y de uno por su sencillez a la hora de recoger el premio y por su increíble físico de miocardio.
Tras la explosión bloggera, que
tomó el protagonismo de esta edición por la presunción con la que han irrumpido
y se han adueñado de la escena de la moda en este país – aprendí que allí el
que no tiene un blog de moda es porque no quiere-, esta ha sido una edición en
la que lo más destacado ha sido la labor de Duyos, así como Aristocrazy,
quienes han ganado aún más adeptos por sus ya mencionados espectáculos de
carismáticas colecciones, que hacen que los asistentes se hayan quedado con
ganas de más de estas dos firmas para septiembre. Otra creadora que ha innovado
esta temporada ha sido la modista cordobesa Juana Martín, que también imprimió
su esencia de diseñadora de moda flamenca, que en esta pasarela queda al
margen, impactando a todos con un genuino y espectacular remake: un híbrido
entre un traje de noche y un traje de gitana, que fue de una sobriedad
exquisita y que arrancó los aplausos de los allí presentes. Todos ellos
consiguieron innovar, y darle una vuelta de tuerca más a lo que estamos
acostumbrados a ver en Cibeles respecto a la puesta en escena y a los diseños.
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